Si desarrollar las competencias emocionales de los empleados es fundamental para conseguir un entorno laboral positivo, en el caso del líder (el jefe) no es suficiente. ¿Cómo conseguir un entorno de trabajo emocionalmente inteligente, que sea capaz de lograr un equilibrio entre las emociones positivas y negativas, y que genere una buena experiencia en el empleado? Es fundamental desarrollar un liderazgo emocional.
Como un buen malabarista, debe conseguir equilibrar todas las emociones que se generan en el entorno, sin que “se rompa nada”. Esta no es una tarea fácil. Los seres humanos somos emocionales y por tanto, complejos, y además complicados. Nuestras percepciones son idiosincrásicas o dicho mucho más popularmente, que cada uno “es de su padre y de su madre” y lo que a unos les parece bien, a otros les parece mal, lo que unos perciben como una iniciativa muy adecuada y necesaria, a otros les parece una chorrada y un gasto inútil…
¡Qué difícil es gestionar personas! Todo el día haciendo malabarismos con las emociones de cada uno para mantenerlas en equilibrio, con una habilidad digna de espectáculo, “que si cojo la tuya y la lanzo para arriba, a ver si te animas un poco”, “que si intento que la del otro que estaba arriba no se caiga de golpe contra el suelo e intento amortiguar el golpe”, “que si ésta que no se mueve nada la pongo un poquito en movimiento, pero con cuidado que no choque con alguna otra…”, vamos, que la cosa tiene más que mérito. Y a pesar de todo… siempre está la queja. Es frustrante, pero insistimos, es prácticamente imposible tener a todo el mundo contento.
Dice Wikipedia: “Los juegos malabares son unas de las atracciones clásicas del circo. De cara al público son vistosos porque parece que es casi imposible hacerlos”. Pues eso, que parece casi imposible. Pero no nos desanimemos, gestionemos nuestras emociones como líderes de personas y busquemos soluciones.
Sugerimos como una primera solución la magia. No nos queda otra que recurrir a la magia, la magia de la motivación, de generar una ilusión, una expectativa que nos emociones y nos motive… Ese debe ser el primer paso para gestionar emocionalmente a nuestro equipo. Partamos del impulso, inyectemos la energía inicial, estimulemos las emociones positivas que se generan en torno a esa oportunidad que no dura mucho, porque la motivación señores, es efímera si no sabemos cómo gestionar después las dificultades, que llegarán en modo emoción negativa.
El líder, mago y malabarista, recurre a su mejor truco que es mostrar una realidad en el horizonte a la que todos quisiéramos llegar, y ese debe ser su mejor espectáculo visual, porque desde luego si su equipo no lo visualiza, no llegarán. Una vez visto, comienza el viaje y los malabares, que serán constantes. El Líder Gestor Emocional tiene que aprender a gestionar su principal intangible, que son las emociones de su equipo, y solo a partir de ahí, podrá gestionar otros como el talento y muchos más. A lo mejor alguno ya está pensando “¿pero es que tiene que ser psicólogo?” ¡No por favor, dejemos los intrusismos! Solo tiene que definir tareas en su gestión que estén orientadas a provocar emociones positivas y que por sí mismas inhiban las negativas y no vamos a descubrir nada nuevo si decimos cosas como: reconocimiento, comunicación, feedback adecuado, apoyo, cohesión grupal… Es decir, lo que está en todos los manuales de liderazgo, pero con un componente nuevo, que es su manera de observar y relacionarse: teniendo presente las emociones, hablando de ellas, sabiendo que están ahí sin ignorarlas, detectándolas, midiéndolas y analizándolas… y solo un poco, sí, como psicólogo, sabiendo de su funcionamiento y de cómo manejarlas.